[cs_content][cs_element_section _id=»1″ ][cs_element_layout_row _id=»2″ ][cs_element_layout_column _id=»3″ ][cs_element_image _id=»4″ ][/cs_element_layout_column][/cs_element_layout_row][/cs_element_section][cs_element_section _id=»5″ ][cs_element_layout_row _id=»6″ ][cs_element_layout_column _id=»7″ ][cs_text class=»t0″]NOTICIA[/cs_text][cs_text class=»t1 h-grande» style=»margin-bottom:-60px;»]¿Traductor? ¿Intérprete? ¿Bilingüe?
[/cs_text][cs_element_gap _id=»10″ ][cs_text class=»tx tx-alt»]Marzo 16, 2020[/cs_text][cs_element_gap _id=»12″ ][cs_text class=»cs-ta-justify tx-blog» style=»opacity:0.9;»]
Colombia es un país donde muy pocas personas saben la diferencia entre un traductor, un intérprete y una persona bilingüe. Una creciente interacción entre países con diferentes idiomas ha llevado a que el negocio de las traducciones e interpretaciones crezca a pasos agigantados, retando a un país como el nuestro con fuertes carencias de calidad y formación en educación bilingüe. Estas falencias se ven desde la edad escolar, pasando por la educación técnica y hasta en posgrados, pero desafortunadamente, todo empieza con quienes los preparan que, habiendo aprendido con las mismas falencias, no han contado con las herramientas suficientes para impartir una educación adecuada creando un círculo vicioso.
Hace varias décadas la necesidad de traducciones era bastante limitada y, por lo tanto, quienes se dedicaban a esta labor eran eruditos o personas especializadas en el tema que no solo eran bilingües, sino que contaban con estudios en ambos idiomas. Los libros eran traducidos por poetas y escritores más como un reto literario en sí, mientras que otros factores, económicos y religiosos, impulsaban las otras necesidades de traducción. Hoy en día la globalización e interconexión han hecho de las traducciones un factor importante en los negocios y han exigido que los individuos se capaciten y preparen para cumplir con esta ardua tarea. Desafortunadamente, Colombia no está lista para cumplir con este reto. Con una sola Universidad que ofrece la carrera de traducción parece que el resto está corriendo para sacarle ganancia económica a la situación. Pululan en la red títulos de Maestrías, Licenciaturas y Diplomados de diversas universidades ya sea de traducción o lenguas extranjeras, muchas de vieja guardia y prestigio, otras más nuevas y de apariencia moderna. Pero lo que deberíamos estar preguntándonos es: ¿qué y quiénes están enseñando? ¿Cómo se está sosteniendo y renovando este proceso? Recuerdo varias veces en mi época universitaria entrar a un salón y ver en el tablero la clase de inglés que se acababa de dictar… siempre era bastante entretenido, pero algo triste. Uno podía ver varios errores que se les estaba enseñando a los estudiantes, además de la simplicidad y nivel que se manejaba; sinceramente, si uno está estudiando para ser abogado, ingeniero, músico, filósofo o lo que se quiera, que se le enseñe inglés de 4to de primaria no le va ayudar en su carrera. Y sí, inglés era una vocacional no obligatoria en esa época, la materia que muchos metían para subir promedio, pero eso jamás justifica la mediocridad que permea todo el proceso. Estudiantes de lenguas modernas de universidades certificadas que no tienen fluidez ni experiencia necesaria en los idiomas que estudian, claro que cualquier curso o carrera de lenguas modernas acá es cómo estudiar Biología marina en el desierto, la teoría puede presentarse, pero nunca se van a sumergir en la lengua en sí. Los programas carecen de oportunidades claras de intercambio pedagógico.
Todo este vacío académico en el tema ha hecho que el mercado de las traducciones se base principalmente en un estándar para decir si un traductor es apto o no: el Examen de Traducción e Interpretación Oficial. Este examen se hace dos veces al año y se toma en la Universidad Nacional de Colombia o en la Universidad de Antioquia. Más o menos, de 150 personas que lo presentan semestralmente, pasan 2 o 3. Este bajo índice de éxito puede ser un reflejo de la mala formación que se está teniendo para nuestros futuros traductores, sin embargo, hay otro factor que influye. El examen es para certificar traductores e intérpretes. Mucha gente puede ser excelente traduciendo, pero no tener la misma habilidad como intérprete, y viceversa, son dos habilidades que, si bien están estrictamente ligadas, no son inclusivas. Sería como pensar que alguien que es un excelente nadador estilo libre, es igual de bueno nadando mariposa. Para traducir se necesita paciencia, exactitud, criterio y un profundo conocimiento de ambos idiomas, pero a la vez hay tiempo y herramientas disponibles que asisten en la tarea, mientras que la interpretación exige lo mismo, pero al ser un acto oral y en tiempo real ya juega con miles de variables que no incumben a un traductor, como la entonación, pronunciación, modulación y urgencia.
Ahora, existe la otra cara de la moneda, cuando la gente piensa que una persona bilingüe es un traductor o interprete. Igual de falso que decir que, como sé de astronomía, soy astronauta. Si bien ser bilingüe es un requisito para traducir, no es el único y tal vez es lo más básico, igual que se espera que un contador sepa sumar.
En esta época en que Colombia está haciendo un gran esfuerzo para entrar en el bilingüismo, debemos tener en cuenta que, sin la capacitación desde los niveles básicos, y enfocados hacia las metas profesionales de los interesados, podríamos estar creando un ciclo de errores y conformismo, de los cuales necesitamos que muchos escapen.
[/cs_text][cs_text class=»container-about-author»]SOBRE EL AUTOR:
Jose Manuel Rodríguez es traductor y gerente de proyectos de @ConEmpathy. Su amor por los animales y las letras en general se complementa con su pensamiento crítico y buen criterio[/cs_text][/cs_element_layout_column][/cs_element_layout_row][/cs_element_section][cs_responsive_text selector=».h-grande» compression=»1.0″ min_size=»32px» max_size=»50px» type=»classic:responsive-text» istrusted=»1″][/cs_content][cs_content_seo]NOTICIA
¿Traductor? ¿Intérprete? ¿Bilingüe?
Marzo 16, 2020
Colombia es un país donde muy pocas personas saben la diferencia entre un traductor, un intérprete y una persona bilingüe. Una creciente interacción entre países con diferentes idiomas ha llevado a que el negocio de las traducciones e interpretaciones crezca a pasos agigantados, retando a un país como el nuestro con fuertes carencias de calidad y formación en educación bilingüe. Estas falencias se ven desde la edad escolar, pasando por la educación técnica y hasta en posgrados, pero desafortunadamente, todo empieza con quienes los preparan que, habiendo aprendido con las mismas falencias, no han contado con las herramientas suficientes para impartir una educación adecuada creando un círculo vicioso.
Hace varias décadas la necesidad de traducciones era bastante limitada y, por lo tanto, quienes se dedicaban a esta labor eran eruditos o personas especializadas en el tema que no solo eran bilingües, sino que contaban con estudios en ambos idiomas. Los libros eran traducidos por poetas y escritores más como un reto literario en sí, mientras que otros factores, económicos y religiosos, impulsaban las otras necesidades de traducción. Hoy en día la globalización e interconexión han hecho de las traducciones un factor importante en los negocios y han exigido que los individuos se capaciten y preparen para cumplir con esta ardua tarea. Desafortunadamente, Colombia no está lista para cumplir con este reto. Con una sola Universidad que ofrece la carrera de traducción parece que el resto está corriendo para sacarle ganancia económica a la situación. Pululan en la red títulos de Maestrías, Licenciaturas y Diplomados de diversas universidades ya sea de traducción o lenguas extranjeras, muchas de vieja guardia y prestigio, otras más nuevas y de apariencia moderna. Pero lo que deberíamos estar preguntándonos es: ¿qué y quiénes están enseñando? ¿Cómo se está sosteniendo y renovando este proceso? Recuerdo varias veces en mi época universitaria entrar a un salón y ver en el tablero la clase de inglés que se acababa de dictar… siempre era bastante entretenido, pero algo triste. Uno podía ver varios errores que se les estaba enseñando a los estudiantes, además de la simplicidad y nivel que se manejaba; sinceramente, si uno está estudiando para ser abogado, ingeniero, músico, filósofo o lo que se quiera, que se le enseñe inglés de 4to de primaria no le va ayudar en su carrera. Y sí, inglés era una vocacional no obligatoria en esa época, la materia que muchos metían para subir promedio, pero eso jamás justifica la mediocridad que permea todo el proceso. Estudiantes de lenguas modernas de universidades certificadas que no tienen fluidez ni experiencia necesaria en los idiomas que estudian, claro que cualquier curso o carrera de lenguas modernas acá es cómo estudiar Biología marina en el desierto, la teoría puede presentarse, pero nunca se van a sumergir en la lengua en sí. Los programas carecen de oportunidades claras de intercambio pedagógico.
Todo este vacío académico en el tema ha hecho que el mercado de las traducciones se base principalmente en un estándar para decir si un traductor es apto o no: el Examen de Traducción e Interpretación Oficial. Este examen se hace dos veces al año y se toma en la Universidad Nacional de Colombia o en la Universidad de Antioquia. Más o menos, de 150 personas que lo presentan semestralmente, pasan 2 o 3. Este bajo índice de éxito puede ser un reflejo de la mala formación que se está teniendo para nuestros futuros traductores, sin embargo, hay otro factor que influye. El examen es para certificar traductores e intérpretes. Mucha gente puede ser excelente traduciendo, pero no tener la misma habilidad como intérprete, y viceversa, son dos habilidades que, si bien están estrictamente ligadas, no son inclusivas. Sería como pensar que alguien que es un excelente nadador estilo libre, es igual de bueno nadando mariposa. Para traducir se necesita paciencia, exactitud, criterio y un profundo conocimiento de ambos idiomas, pero a la vez hay tiempo y herramientas disponibles que asisten en la tarea, mientras que la interpretación exige lo mismo, pero al ser un acto oral y en tiempo real ya juega con miles de variables que no incumben a un traductor, como la entonación, pronunciación, modulación y urgencia.
Ahora, existe la otra cara de la moneda, cuando la gente piensa que una persona bilingüe es un traductor o interprete. Igual de falso que decir que, como sé de astronomía, soy astronauta. Si bien ser bilingüe es un requisito para traducir, no es el único y tal vez es lo más básico, igual que se espera que un contador sepa sumar.
En esta época en que Colombia está haciendo un gran esfuerzo para entrar en el bilingüismo, debemos tener en cuenta que, sin la capacitación desde los niveles básicos, y enfocados hacia las metas profesionales de los interesados, podríamos estar creando un ciclo de errores y conformismo, de los cuales necesitamos que muchos escapen.
SOBRE EL AUTOR:Jose Manuel Rodríguez es traductor y gerente de proyectos de @ConEmpathy. Su amor por los animales y las letras en general se complementa con su pensamiento crítico y buen criterio[/cs_content_seo]